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Fue al médico por un dolor de muela, le detectaron un cáncer que le tomó todo el cuerpo, pero ella le ganó y festejó en una caravana

Una revolución se vivió sobre las calles céntricas de Comodoro Rivadavia, al sur de Chubut, por la presencia de un auto que no paraba de tocar bocina. Otros tantos lo seguían desde atrás emulando una caravana. Muchos vecinos sabían el motivo. Otros, se fueron enterando en el mientras tanto. «Última quimio, vencí el cáncer», se leía bien grande en la parte trasera del vehículo. Y de repente, una persona se asomó por la ventanilla con globos en sus manos. Era Jenifer Quevedo (28), una joven querida en el barrio que venció el linfoma de Hodgkin y lo celebró con toda la gente que la acompañó durante más de un año de lucha.

Todo comenzó en marzo del año pasado. La joven chubutense fue al médico porque tenía dolor de muela y pensó que era una infección. Una inflamación en el cuello la hizo dudar y la doctora que la atendió le dio un panorama poco alentador. «Me mandó a hacer una tomografía y me salió que tenía ganglios. Ahí arrancó toda la pesadilla», le cuenta Jenifer a Clarín.

Se tuvo que someter a dos operaciones de cuello para extraer esos ganglios. La espera de los resultados fue eterna hasta que escuchó lo que nunca hubiese querido: cáncer de linfoma de Hodgkin, una enfermedad relacionada a células cancerígenas en el sistema linfático. Era hereditaria. Tiempo atrás, dos tíos de su lado paterno habían fallecido por esa misma infección que comienza en los glóbulos blancos.

Fueron tratamientos, tomografías y rayos sin respiro en el Hospital Regional hasta que empezó con la quimioterapia ahí mismo, en el centro oncológico. Su angustia aumentó cuando le llevó los análisis a la especialista. «Me dijo que mi caso era muy difícil porque tenía 18 ganglios y el 90% del cuerpo tomado«, recordó. Cuello, ingle, axilas y tórax eran algunas de las partes afectadas.

«No lo podía creer. Estaba con mi vida normal, jamás me lo imaginé. Le decía a la doctora que yo me sentía bien y no entendía cómo no había alternativas para curarme», expresó sobre su primera reacción.

La profesional le respondió que se podía recuperar pero que «iba a ser difícil y requería de paciencia para afrontar un proceso largo».

De un día para el otro, su vida dio un giro de 360°. Tuvo que dejar de trabajar en atención al público, ya que cualquier virus que se pudiera contagiar resultaría mortal. Tampoco pudo seguir entrenando, otra de sus acciones diarias. Entonces, se las tuvo que rebuscar con actividades en su casa como vender ropa.

Muchos le aconsejaban viajar a Buenos Aires para atenderse. Sin embargo, ella confió en los médicos provinciales. Además, no quería afrontar la situación lejos de su círculo íntimo: «Soy muy familiera y no hubiese podido estar lejos de todos. Creo que hubiese sido más difícil sin el cariño y el apoyo de ellos», confió Jenifer, quien también se refugió en la religión ya que se define como «muy creyente».

Jenni Quevedo (28), la joven de Comodoro Rivadavia que venció al cáncer y armó una caravana para festejarlo por el centro de la ciudad. Foto: Facebook

Jenni Quevedo (28), la joven de Comodoro Rivadavia que venció al cáncer y armó una caravana para festejarlo por el centro de la ciudad. Foto: Facebook
Nicolás (29), su marido, y Nehemias (11), su hijo, fueron parte fundamental de su recuperación. Siempre la alentaron para que no bajara los brazos, especialmente en los peores momentos. 

«Mi vida cambió un 100%. Un día me levantaba bien y positiva. Al otro, ya no quería levantarme de la cama. Lloraba, estaba enojada y de malhumor, algo que nunca me caracterizó porque siempre le busco el lado bueno a todo. Pero me preguntaba ‘por qué me pasó esto a mí’. Veía a mi hijo y lloraba«, describe sobre esos instantes de zozobra.

Se la nota emocionada al hablar de Nehemias, su mayor debilidad. «¿Cuándo termina, mamá. Cuántas quimios faltan?», le preguntaba constantemente. Si bien lo define como «una personita callada a la que le cuesta decir lo que siente», destaca que un simple gesto le valió más que mil palabras. Ese gesto fue un abrazo.

«Me dijo todo con un abrazo. Desde que empecé con la quimio, él se angustió más que nadie. Tenía 10 años y era todo miedo y preguntas. Me cuidó y atendió un montón. En sus abrazos sentía alivio y tranquilidad. Mi hijo fue el gran motivo por el que pude salir adelante«, remarca. 

Al momento de arrancar con la quimioterapia, la caída del cabello fue lo que más le afectó psicológicamente. «Con 28 años no me quería quedar pelada, andar con pañuelo en la cabeza, no quería nada de eso. Dije ‘qué feo, qué va a decir la gente’». Ese fue su primer pensamiento.

Poco después, reflexionó: «Se me cayó en la primera quimio nada más. Después me di cuenta que no me importaba nada lo que me pase con mi pelo, el aspecto físico ni el qué dirán. Sólo quería curarme y nada más».

Los meses pasaban y algunas sesiones se demoraban. Es que siempre tenía que hacerse análisis de sangre previos. Algunos de ellos le terminaban dando mal por tener bajas las defensas. «No aguantaba más, no quería pincharme ni una vez más. Era todo sufrimiento«, relata con la voz entrecortada.

Hasta que llegó una fecha especial y que quedará marcada en su memoria. El viernes 27 de enero -día previo a su cumpleaños- la doctora vio su última tomografía y le adelantó algo que hasta ese momento parecía inimaginable.

«Me dieron la noticia de que faltaba poquito para terminar con las quimio porque se me estaba yendo todo. Fue un hermoso regalo de cumpleaños«, bromea. 

Uno de los carteles con los que la recibió la familia al terminar la quimioterapia.

Uno de los carteles con los que la recibió la familia al terminar la quimioterapia.
Sobre ese momento tan significativo, reveló que la médica «no podía creer» que se le habían ido todo los ganglios, sólo le quedaba uno grande en el cuello, el cual terminaría desapareciendo al poco tiempo.

«Ni ella entiende cómo me pude curar. Me dijo que había sido un milagro. Yo creo mucho en Dios. Todo este tiempo le pedí que me cuide y me de fuerzas», resumió.

Última quimio y caravana por la ciudad

El martes pasado, Jenifer tenía que presentarse a las 8 en el Hospital Regional. Fue con su mamá, mientras que su padre llegaría un rato después. Era el momento de su última quimioterapia después de tanta batalla.

«Antes de terminar vi que mi papá me tapaba como para que no vea el salón. Después supe por qué. Estaba toda mi familia que me sorprendió y fue tremendo ese choque de emociones», cuenta.

Su hijo la esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Y un cartel color verde -en alusión al cáncer- que llevaba un sentido mensaje: «Una leona venció al cáncer. Siempre al lado tuyo. Te queremos mucho».

Uno de los momentos que quedó filmado fue cuando le tocó cumplir con una de las tradiciones: tocar una campana. Se trata de un ritual terapéutico sanador que se propagó a través del mundo, como símbolo de esperanza, ante la posibilidad de vencer el cáncer y de realizar un cierre simbólico de ese arduo proceso.

Pero hubo más sorpresas. Al salir del Hospital, Jenifer se encontró con el auto de su padre completamente decorado para la ocasión. «Me llevaron a recorrer todo el centro de la ciudad. En el camino me saludó un montón de gente que me felicitaba. Fue increíble. Por un momento me olvidé todo el dolor que sentía y me encontré totalmente feliz. ‘Vamos’, me gritaban desde los autos», cuenta todavía asombrada por semejante despliegue.

El auto de la familia completamente decorado para recorrer el centro de la ciudad.

El auto de la familia completamente decorado para recorrer el centro de la ciudad.
El recorrido terminó en la casa de su madre donde la esperaba el resto de la familia con trompetas y bombos. Bailaron y hasta se pusieron a cantar canciones de cancha, las de su amado Huracán de Comodoro Rivadavia. 

Desde el club, que disputa actualmente el Torneo Regional Federal Amateur, la felicitaron con un mensaje colgado en sus redes: «Celebramos tu recuperación y la victoria en esta lucha contra tan dura enfermedad». Y claro, no faltó la invitación a la cancha: «Te esperamos en el Industrial con un regalo para vos».

Fue así que este mismísimo domingo, Jenifer volverá al estadio César Muñoz invitada por el club. «Siempre iba con mi hijo y mi marido, pero el último tiempo no pude porque a veces me sentía mal y otra veces porque hacía frío», explica sobre el lugar que considera su segunda casa. «No veo la hora de estar en la tribuna», dice sonriente a la espera del encuentro contra Deportivo Roca de Río Negro.

Jenifer con una remera de Huracán, el club de sus amores en Comodoro Rivadavia.

Jenifer con una remera de Huracán, el club de sus amores en Comodoro Rivadavia.
Los malos tragos ya parecen ser cosa del pasado. No obstante, tendrá un mes de descanso y le quedará la etapa final relacionada a la Tomografía por Emisión de Positrones (PET).

«Es un tratamiento de radioterapia durante un mes que sirve para sacarte del cuerpo las células que mató la quimioterapia para que no queden residuos. Los primeros días de julio arranco con eso. Pero me dijeron que iba a ser menos invasivo», concluye.

Por último, Jenifer cuenta que esta enfermedad la hizo conocer un mundo que jamás se hubiese imaginado. «Me permitió darme cuenta la cantidad de gente que está pasando por lo mismo. Vi desde nenes chiquitos hasta abuelitos sufriendo, es terrible», consignó.

Y dejó un mensaje esperanzador: «Hay que agarrar fuerzas donde no las tenemos y saber que Dios en algún momento va a poner las cosas en su lugar para que termine todo».

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