Mucho antes de la cumbia y el trap, en los vestuarios de los jugadores de la Selección Nacional se escuchaba música de ascendencia afroamericana. Así eran los futbolistas de finales de la década del ’70. Así era el Diego Maradona del Mundial juvenil de Japón de 1979, donde también salimos campeones.
La cábala no era Wos en ese entonces, sino poner una canción que le gustaba a Diego, un Diego anterior a Pimpinela y amante de la música disco. En sus inicios futbolísticos, los temas que escuchaba Maradona no lo acercaban tanto a Rafaella Carrá o a Raúl Padovani, sino a un estilo básicamente bailable con toques de soul y funk.
En una entrevista reciente, Abelardo Carabelli, que fue compañero de Maradona cuando Argentina se consagró campeón del mundial juvenil, y se conocían desde Argentinos Juniors, contó que en ese vestuario, donde también estaba Ramón Díaz y el DT era César Luis Menotti, se escuchaba a… Anita Ward. ¡¿Ehhh?! Una cantante estadounidense, conocida a nivel mundial por su tema Ring my Bell.
El tema de la campanita
“Diego estaba todo el día dele escuchar ese tema de la campanita…”, recordó Carabelli, quien integra una escuela de entrenadores en Olavarría y tiene a su cargo el centro de formación de futbolistas. “Toooodo el día escuchando Ring my Bell«, dijo. Hasta Menotti parece que se sumaba al momento del estribillo.
Una época donde los hits sólo se viralizaban por radio y la canción de Anita Ward llegó a sonar como Despacito. Cuentan que el Maradona de look afro parece que se ponía picante tirando pasos de discoteca en toalla taparrabos y ojotas.
Salvo con Spinetta, mil veces pensamos que entendemos las canciones. No es frecuente -ni necesario- hacer un ejercicio intelectual cuando se trata de música. Preferible que la melodía nos atraviese, haga su trabajo y uno termine dejándose llevar por las emociones.
El temita que cantaba Maradona en un inglés aproximado no trataba sobre unas campanitas que sonaban zonzas en alguna parte. Tampoco hablaba de tilín del corazón al mejor estilo Calamaro. Ese hit que hizo cumbre en varios países, no fue otra cosa que un lobby al clítoris, en una época donde la zona erógena femenina parecía no formar parte del cuerpo humano.
“Cada vez que íbamos a hacer el amor, Charly se subía sobre mí en la postura del misionero. Me cogía y se iba. Una vez terminamos de coger y lo primero que hizo fue agarrar la guitarra. Puedo verme allí, en segundo plano, insatisfecha, acomodando la cama mientras el chabón tocaba”.
Por supuesto que el Maradona de 18, 19 años debía creer que Ring my Bell (Tocar mi timbre) hablaba de ese elemento básico de las iglesias o algo por estilo.
Era una canción que le gustaba a Antonio Carrizo y sonaba hasta en la AM de Radio Rivadavia. La revista Rolling Stone dice que, a esta altura, es uno de los «grandes clásicos» de la música disco. Pero Ring my Bell funcionaba como un mensaje en clave, subliminal, una manera astuta de referirse al orgasmo.
You can ring my be-e-ell, ring my bell, Puedes tocar mi campana. En castellano la letra dice más: “Puedes tocar mi timbre, en cualquier momento y en cualquier lugar. Tócalo, tócalo, tócalo, tócalo, ¡ay!»
Anita no estaba jugando a “ring raje”.
Anita Ward – «Ring My Bell» 1979
Liberación femenina
Se estudió el caso de esta canción como el de «un primer grito entrelíneas» de liberación femenina. Años más tarde aparecería otro hit dedicado al clítoris: I Touch my Self, de 1991, era mucho más pop. Es decir, mucho más explícito.
Christina Amphlett –anoten este nombre-, de Divinyls, tenía más ovarios que cualquier otra cantante del momento. Seguramente, a esta altura y en algún lugar de su Australia natal, ya exista una estatua en su homenaje.
En 1991, la banda australiana Divinyls, rock oriundo de Sydney, popularizó I Touch Myself, tema que ingresa en la historia como el «segundo himno a la masturbación femenina». También fue número 1. También llegó al orgasmo de los charts de aquí y allá.
¿En serio? Claro, vos, incauto, pensabas que hablaba de la calesita de su infancia, donde lo que único que nunca aparecía era la sortija.
Hojeando el pedagógico libro de James Mc Donald, A Dictionary of Obscenity, Taboo and Euphemism, nos enteramos que la inocente palabra «bell», en inglés coloquial, designa al clítoris.
Cantante y psicóloga
Anita Ward no era realmente una cantante, sino una flamante licenciada en psicología que ejercía como profesora y que jamás imaginó semejante repercusión. Su carrera fue lo que se denomina “one hit wonder”, algo así como cantante de un solo éxito.
Ward, como entretenimiento, formaba parte de un coro hasta que un tal Frederick Knight, cantautor y compositor, soulero de alma, advirtió su talento vocal y quiso producirla en singular, por fuera de la agrupación.
Knight reescribió la letra dándole una socarrona delicadeza hasta lograr un tinte más adulto y erótico. El simple se editó en 1979 y fue numero Nº1 en Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá y, por supuesto, la Argentina.
Pese a que algunos pocos podían sospechar de la connotación sexual de la letra, casi nadie entendió bien de qué trataba. Se ha escrito al respecto: “Es casi seguro que la BBC prohibiría canciones como Ring my Bell, de Anita Ward, si la naturaleza de la letra hubiera sido tan literal”.
El ritmo vivaracho de los sintetizadores, cierto efecto de sonido tipo Marvel y una voz entre dulce y sensual. Anita Ward tiene un record Guinness de lo más original: con Ring my Bell ella, de actuales 66 años, se convirtió en la «primera intérprete de un solo éxito» en la historia de la música.
WD