No es una telenovela, pero se le parece demasiado: condensada en diez episodios cortos y ágiles, Perfil falso bien podría ser una típica historia latina de romances y venganza, engaños y pasión, de las que antes poblaban las tardes del viejo Canal 9 o las de Telefe (la franja vespertina de ese canal ahora está tomada por las turcas). Gracias a eso, tal vez, está primera en el ranking de Netflix.
La serie colombiana protagonizada por Carolina Miranda y Rodolfo Salas tiene un alto contenido de erotismo (cuenta el derrotero de dos amantes que se conocen a través de una aplicación de citas y uno miente más que el otro, demasiado, digamos), lo que la correría un poco del tradicional trazado de novela, pero lo hot no la aleja del todo del género.
Y a eso apuntó Netflix cuando decidió estrenarla hace poco más de dos semanas (tiempo en el que sigue firme arriba de todo, en el ranking de las más vistas de la plataformas), aprovechando el fenómeno de resurgimiento del género.
Mientras la mayoría de las plataformas se las ingenia por hacer diferencia con producciones novedosas -algunas cortas para invitar a ser maratoneadas y otras con pinceladas de modernidad en sus contenidos para captar audiencias jóvenes-, las telenovelas y los culebrones pisan cada vez más fuerte. Sean nuevos -los que se pueden colar en tramas como Perfil falso, por ejemplo- o desempolvados del viejo arcón de la TV.
Tales los casos de Pasión de gavilanes (está novena en el ranking de audiencia semanal) o de Pablo Escobar, el patrón del mal, que lleva 21 semanas consecutivas en el décimo puesto.
La apuesta menos pensada en la era de la modernidad
los culebrones y las telenovelas clásicas que parecían tener fecha de vencimiento volvieron a marcar tendencia, especialmente a partir de la pandemia. Y Netflix supo recoger ese guante. Pasión de gavilanes, Yo soy Betty, la fea (ya no está en el catálogo) y Café con aroma de mujer saltaron de la TV al streaming.
Este resurgir de Pasión de gavilanes no es un caso aislado de lo que las viejas tiras latinas pueden seguir provocando en el público argentino. De acuerdo a un casero boca a boca, no se trataría únicamente del espectador nostálgico que quiere revivir sus tardes de ficción de la TV abierta, en la época dorada en la que las latas colombianas o mexicanas calentaban la vara del rating con luz de día.
El regreso de los Reyes
Pasión de gavilanes fue rescatada por los programadores digitales para emitir la lata madre sobre los hermanos Reyes y las hermanas Elizondo. La historia que vio la luz en Telemundo entre 2003 y 2004 constaba de 188 episodios.
Si uno las ve sin pretender ser testigo de un ensayo sobre el feminismo, y otras reivindicaciones que han ganado protagonismo en los últimos años, puede entretenerse y quedar atrapado por este culebrón de amores cruzados.
El caso de Betty, la exitosa
Si bien ya no está disponible en el catálogo, hasta hace poco la reposición de Yo soy Betty, la fea fue un fenómeno de audiencia. De acuerdo a análisis de hábitos de consumo, la mayoría que se enganchó con la romántica historia de Beatriz Aurora Pinzón Solano, la fea que por arte de la TV se volvió linda (¿o por arte de la autoestima?), lo hizo en modo maratónico. Y eso que son 335 capítulos…
En los más de dos años que estuvo disponible en streaming, la tira (rebautizada como “serie” por requerimientos del mercado y las modas) se mantuvo en el top ten de las preferidas.
La que sí está subida ahora es Betty en NY, una adaptación libre de la exitosa trama colombiana que tiene factoría estadounidense y cuenta un cuento similar, pero de dispar resultado, a lo largo de 123 episodios.
Una estética moderna sobre un clásico de los ’90
Otro fenómeno de este resurgir de las viejas telenovelas latinas en Netflix es el de Café con aroma de mujer, culebrón colombiano de 1994, que reflejaba el amor entre Gaviota y Sebastián.
El rescate de Pedro
Queda comprobado que la TV y el streaming no son tan ajenos como mucha gente tecno quiere imponer. Ahí, al menos, no hay grieta posible.
Porque si los que diseñan los catálogos echan mano a telenovelas o culebrones de corte clásico -pensados originalmente para un único tipo de pantalla, con bloques estructurados para colar publicidad cada 15 minutos- y eso brilla en el podio de cada día es que se potencian más de lo que compiten. Evidentemente, se retroalimentan. Y entonces ganamos todos.
Y eso que el contenido de muchas de esas latas parecía estar vencido, por formato y por trama. Pero, como las de los supermercados, las góndolas de la industria audiovisual también saben dar sorpresas.