En los jardines de un hotel cinco estrellas de Retiro, Vera Spinetta (32) se prepara para una sesión maratónica con la prensa. Mientras termina de tomar un café y espera reencontrarse con sus hijos, Eloísa (10) –fruto de su relación con el músico Pedro Merlo– y Azul (5) –nacido de su noviazgo con Juan Saieg–, después del colegio, la actriz pone toda su atención en el lanzamiento de la segunda temporada de la serie protagonizada por Lali Espósito, El fin del amor. Allí, la heredera de Luis Alberto Spinetta se pone en la piel de Juana Herrero, una de las mejores amigas del personaje central. “Me gusta que ella tiene una forma de ser muy etérea, muy liviana… Una energía enfocada en la alegría y el positivismo. Y la realidad es que yo no soy tan así –dice riendo–. Por eso también me es atractivo este papel, porque tengo que estar en constante vínculo con el goce. Salir de mi zona de confort me hace muy bien, es un ejercicio para la vida”, cuenta la artista, quien llegó a la entrevista muy bien acompañada por su nuevo amor, el músico Simón Colombo.
–Mientras grababas la temporada anterior, te tocó atravesar la muerte de tu madre.
–Sí, fue complicado. En especial por esto que te digo, que mi personaje me obligaba a estar en otra sintonía, ella estaba totalmente alienada con el disfrute. Fue realmente un desafío.
–¿Y cómo te encontró esta nueva temporada?
–Ufff. Separándome. [Risas]. Voy de duelo en duelo. Pero por suerte, estuve rodeada de amigas, colegas, gente con la que ya había compartido un montón, que enseguida me dieron un lugar de mucho resguardo y cuidado. Hay algo del arte que siempre te ayuda a salir adelante, a mí me salvó mucho.
–¿Cómo vivís el amor?
–Para mí el amor es algo mucho más gran – de que la institución monogámica de la pareja. Creo que cuando encontrás personas que son cómplices de tu vida, de tu mirada frente al mundo, y con las que te une una misma sensibilidad, está bueno tenerlas a tu lado.
–¿Qué pensás del “para siempre”?
–No todos buscamos eso. También es cierto que vas cambiando de perspectiva. En algún momento quería “la familia con los nenes” y en otros, me encontraba diciendo… “no sé si es lo que quiero ahora”. Creo que está bueno permitirse la posibilidad de replantearse todo esto y decir “este no es mi deseo hoy”.
–Las experiencias también cambian nuestra mirada constantemente…
–Totalmente. Las relaciones de pareja me parecen la forma más profunda de conocerse. Es lindo tener a tu lado un amigo, un compañero, alguien con quien compartir tu mundo entero y con quien, por otro lado, te une el deseo, lo carnal. Yo siempre estuve en pareja y la verdad es que me gusta mucho… No es algo que esté buscando todo el tiempo. No me pasa así. Simplemente creo que voy aceptando lo que me sucede en la vida. Acepto lo que el otro tiene para darme y trato de aprender de ese intercambio.
–¿Cómo te llevás con la soledad?
–Muy bien. Me gusta tener esos momentos donde no tengo que rendirle nada a nadie… Las madres que vivimos con nuestros hijos tenemos un millón de cosas que hacer y capaz una ducha en soledad es un gran momento para estar conectada sólo con vos. Sin esos ratitos de silencio, entro en una vida llena de mucho ruido también.
–El sentido de familia, la herencia y el legado de costumbres están muy presentes en la serie. ¿Sentís que replicaste algo de tu propia crianza en tus hijos?
–Sí, por suerte tuve el privilegio de tener una madre y un padre espectaculares, con lo cual trato de volcarles a mis hijos parte de esa cultura familiar que vivíamos en casa. Por ejemplo, me gusta que ellos sean parte de mi mundo creativo, como yo estuve presente en el de mis padres. Compartir desde lo que uno tiene ganas de hacer. De repente me siento a leer o a escribir y mis hijos forman parte de eso desde su lugar, pintando, dibujando, pero siendo parte de nuestro mundo. La creación no es sólo de los adultos. Creo que es importantísimo que mis hijos vean y se sientan parte del proceso creativo. Para mí fue clave ver a mis papás tan apasionados por lo que hacían.
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