Recién en marzo se decretó el fin de la pandemia en China, luego de más de tres años de aislamiento y algunas protestas. Las cámaras de vigilancia en cada rincón de Beijing. Cómo impactó el mundial. Y los cambios culturales en el gigante asiático.
Con una población adulta acostumbrada a la medicina oriental, apenas se desató la pandemia en enero de 2020 comenzó a crecer la resistencia a las vacunas. Fue en ese momento que el gobierno de Xi jinping decidió un aislamiento histórico con apoyo de la tecnología. Esa situación generalizada al principio y luego por zonas que abarcaban ciudades enteras, continuó hasta enero de este año. Y recién el último marzo China volvió a abrirse al turismo extranjero que previamente estaba obligado a realizar una cuarentena de 21 días.
En este país, que sorprende por su nivel tecnológico, se implementó un sistema de escaneo a través de código QR. Cada local comercial y los medios de transporte tenían su propio código y en el contacto quedaba registrada la persona que circulaba, su última fecha de testeo y todos sus datos personales. Si la persona luego daba positivo de Covid se encendía una alarma automática para detectar quiénes habían estado en contacto para aislarlos. Incluso, durante los juegos olímpicos que se realizaron en China en 2022 hubo un sistema de burbujas que solo permitía acceder a sitios autorizados.
No solo su población. China quedó muy sola y su economía comenzó a crujir. Cuando en el planeta se seguía el Mundial de Qatar, el último noviembre, la gente observó desde las pantallas a miles disfrutando sin barbijo en los estadios. Y comenzaron las protestas.
Es muy palpable en Shangai en las multitudes que se pasean por su malecón y en la espaciosa Beijing con sus parques de álamos, plátanos, coníferas y hortensias. Hay 150 millones de ciudadanos que se movilizan los fines de semana para ver a parientes en el interior, después de tanto tiempo.
Pero los controles en una sociedad muy vigilada con cámaras en cada rincón continúan. En el subte se revisan las pertenencias. El mayor reflejo es que la célebre plaza Tiananmen o Puerta de la Paz Celestial, situada en el centro geográfico de Beijing está totalmente vallada y para acceder se necesita pedir permiso. Esa plaza, un inmenso cuadrilátero, fue el símbolo de la revolución china y se convirtió en el lugar para hacerse oír.
Una parte balconea hacia la Ciudad Prohibida y uno de sus frentes al museo de la Revolución con una gigantografía de Mao. La plaza fue centro de las protestas estudiantiles de 1989 que terminaron con miles de muertos.
En las calles de Beijing ya no están las bicicletas que fueron reemplazas por motos eléctricas. La capital política de China contabiliza un importante parque automotor eléctrico que se distingue por sus patentes de color verde a diferencia de los nafteros que llevan el azul. Se nota una menor polución.
A diferencia de Argentina con los precios se marcan con tiza para borrar y aumentar, aquí se imprimen, lo que refleja una inflación casi nula.
Los alquileres van de un cuarto con baño a una casa, y acceder es sencillo, casi sin depósitos ni garantía. La mitad del ingreso familiar se va en el alquiler en una economía con US$ 12.000 de ingreso per cápita, similar Argentina.
Existen las hipotecas a 40 años para la compra de vivienda pero en lo que revela un espíritu aún campesino los chinos prefieren en su mayoría ahorrar y comprar al contado, siempre con el apoyo familiar.