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Austria vota en unas elecciones que pueden aupar a la ultraderecha más arraigada de Europa

«Hace veinte, o treinta años, Europa boicoteó al gobierno austriaco porque entró como socio nuestro querido FPÖ. Ahora depende solo de los austríacos que Herbert Kickl sea su canciller del pueblo“, explica a EL PERIÓDICO el diputado de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) Stephan Brandner, desde Turingia, el ‘land’ donde su partido es primera fuerza. Alude así a los tiempos en que el FPÖ, bajo el carismático Jörg Haider, entró como socio en su primer gobierno. La UE trató entonces de aislar políticamente a Viena. Ahora el FPÖ, o Partido Liberal, ocupa la primera posición en los sondeos de las elecciones generales de este domingo. Se le pronostica un 26%, un punto más que al Partido Popular (ÖVP) del canciller Karl Nehammer, quien gobierna con los Verdes.

Han pasado décadas desde el boicot europeo a Viena. Europa enterró el aislamiento a los ultras. Son varios los partidos cercanos al FPÖ que gobiernan en el bloque comunitario, como el de Hungría bajo el ultranacionalista Viktor Orbán. A la AfD alemana la esquiva el resto de la familia ultra por su radicalismo. Pero un éxito del FPÖ abundaría en el auge de todo ese espectro: desde los Fratelli italianos de Giorgia Meloni a la pujante Marine Le Pen francesa y la extremista AfD, cuya presidenta, Alice Weidel, presume de ‘amiga’ de Kickl.

Una primera posición que no garantiza el liderazgo

«Herbert Kickl se ha perdido entre sus teorías de la conspiración. Con él no se puede construir Estado“, aseguraba en campaña el canciller Nehammer, ante las elecciones al Parlamento, con 6,3 millones de ciudadanos convocados a las urnas. ¿Puede ocurrirle a Kickl lo mismo que al neerlandés Geert Wilders? El representante del ‘trumpismo‘ de Países Bajos y líder del Partido de la Libertad (PVV) ganó la primera posición en las generales neerlandesas del año pasado. Wilders fue vetado como primer ministro por los socios centristas que precisaba para lograr una mayoría. Finalmente se puso al frente del Ejecutivo el exdirector de los servicios secretos, Dick Schoof, aunque quien maneja los hilos es Wilders.

Kickl topa también con el rechazo del resto de los partidos, aseguraba el politólogo austríaco Thomas Hofer a colegas extranjeros. Austria acumula experiencias de gobierno con el FPÖ como socio menor, la más reciente, bajo el conservador Sebastian Kurz. Incluso de alcanzar la ultraderecha la primera posición, es posible que Kickl deba hacerse a un lado. No se descarta la formación de un tripartito integrado por conservadores, socialdemócratas y el nuevo partido liberal NEOS.

Del descarrilamiento histórico al presente

El FPÖ está entre los partidos de la extrema derecha con mayor rodaje como socio de gobierno y es también de los más antiguos. Fue fundado en 1955 por recalcitrantes nazis o nostálgicos que no tuvieron que esperar décadas, como en Alemania, hasta regresar al tablero parlamentario. En Austria, país natal de Adolf Hitler, no se va con pies de plomo con la terminología nazi. Kickl se atribuye un futuro como «canciller del pueblo“, término que recuerda al Tercer Reich y habla sin problemas de «remigración“, o expulsión de ciudadanos no deseados de origen extranjero.

La pregunta de cuánto empezó el descarrilamiento ultra remite para algunos, como el dramaturgo Thomas Köch, al debate en torno a la casa natal de Hitler en Braunau am Inn. Tras años de discusiones, se convertirá en comisaría pese al estupor de quienes consideran que se cumple así el deseo expreso del dictador que desencadenó la II Guerra Mundial y el Holocausto.

Köch ha convertido en obra teatral su diario del último año, estrenado en la pasada semana preelectoral a modo de alerta ante otro ‘descarrilamiento austriaco’. Para Köck, Austria fue y es una ‘vanguardia nazi‘. Lejos de haber aprendido las lecciones de la monstruosa historia, empezó ya con Haider a asumir planteamientos revisionistas. «Se ha normalizado lo que en otros países sigue siendo un tabú», concluye Köck.

¿Es prorrusa la ultraderecha austríaca?

Un ascenso al poder del FPÖ colocaría a este socio de la UE, aunque neutral por no ser miembro de la OTAN, en línea con el húngaro Víktor Orbán, el más poderoso aliado de Vladímir Putin en el bloque comunitario, como lo es el izquierdismo del eslovaco Robert Fico. El neerlandés Wilders propugnaba en campaña el adiós a los suministros a Ucrania, aunque aparcó luego esta promesa, presionado por sus socios. Un regreso del FPÖ al gobierno, sobre todo si es desde una posición de líder, daría nuevas alas al euroescepticismo explícito de ese partido. Todo eso, en un momento álgido para la UE por el auge de estas corrientes, que ahora alcanzaron de Alemania, como se vio en la serie de elecciones regionales del este de este septiembre.

El peso de los precios o los estragos climáticos

El ímpetu adoptado por el FPÖ no se debe solo a su promesa de suspender el derecho al asilo, de dictar una ‚ley de emergencia‘ contra la migración o de restringir la asistencia médica a refugiados. A esta campaña se suma haber captado la preocupación por el alza de precios. De partido antivacunas bajo la pandemia ha pasado a erigirse en ‘regenerador‘ de su economía, en un país acostumbrado a la prosperidad, pero cuyo PIB se contrajo en 2023 un 0,8 %. Su receta se basa en los recortes a lo que considera superfluo o dañino, sean las prestaciones a refugiados o el apoyo a proyectos del colectivo LGTBI.

Un obstáculo le salió a última hora al FPÖ, partido negacionista de la crisis climática. Las inundaciones que azotaron buena parte de Austria han dado ocasión al canciller Nehammer para presentarse como un gestor eficiente ante los estragos climáticos, cada vez más extremos.

El sistema inmunológico ultra y el caso Ibiza

Los escándalos pasados o recientes que afectaron el FPÖ fueron de efecto fugaz. Del líder Jörg Haider se alude a su carisma, pero no a su trágica muerte, en 2008, al estrellar su Volkswagen Phaeton conduciendo al filo de la medianoche, a toda velocidad y tras haber tomado abundante alcohol en un bar ‘de ambiente‘. Tampoco parece afectarles el más reciente «escándalo Ibiza“, que sacudió el partido y contagió al canciller Sebastian Kurz. Fue a raíz de un video grabado en 2017 en una villa en la isla balear, en que el entonces líder y vicecanciller Heinz-Christian Strache se dejaba enredar entre copas por una mujer que decía ser sobrina de un oligarca ruso y que le ofrecía donaciones al partido. Strache cayó y se destapóuna trama que arrastró al exniño prodigio de la política austríaca Kurz. Sobrevivió Kickl, quien tras una pugna interna se convirtió en líder absoluto del FPÖ.

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